22/12/14

Lovers of the universe

Mira como se cruzan: uno crece hacia el otro
y en sus venas se vuelve todo espíritu.
Las dos figuras vibran como ejes, en torno
a los cuales la rueda irresistiblemente gira y arde.
Tienen sed y reciben la bebida;
mantente alerta y mira: reciben la visión.
Permite que se hunda el uno en el otro,
para que el uno al otro sobrepase.

Los amantes se cruzan (tocándose pero también mirándose) y crecen en el hálito de su cuerpo el uno en el otro, expandiéndose y participando en el universo entero, entrando a la licuadora cósmica –la revolución de las órbitas celestes, la rueda del firmamento que atraviesa el cuerpo–, esa “rueda que gira irresistiblemente y que arde” que en el arte de Grey se anima como una energía toroidal, un campo de luz espiral que abraza, inmanente y trascendente.
El acto amoroso que se desborda del cuerpo e inunda el mundo, vuelto ya espíritu. Podemos ver una visión espiritual que se concreta, lo secreto se hace explícito, pero al encontrar la imagen clara y radiante de su significado cobra un nuevo enigma: el de la precisión visionaria. El texto que ancla e irradia toda una colección visionaria en la que Grey plasma su entendimiento del tantra y de la física de alta energía del universo, en la que un mar de vibración cuántica subyace al mundo material de las apariencias y entrelaza a todos los seres, pero especialmente a los amantes que en su cópula abren la puerta a la energía misma con la que se creó el universo. Tanto el poeta como el pintor contemplan esta escena en la que se recrea el mundo y notan que es la visión de los amantes, la comprensión de la unidad, la que les lleva a cumplir el deseo por antonomasia del amor: el transfundimiento. En este sentido, los amantes son como los alquimistas cuyo acto de transmutación siempre debe de ir acompañada de una elevación espiritual. 

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